viernes, 25 de abril de 2014

Y murió de viejo (Parte 2 de 3): Marian Montagu

Me llamo Marian Montagu. Nací en Edimburgo el 7 de agosto de 2009. Desde muy pequeña fui consciente de mi habilidad. Enseguida supe que la realidad se componía de multitud de realidades, las podía sentir, y podía moverme de una a otra.

Este poder me permitía cambiar cualquier cosa de mi entorno, bastaba con moverse a una realidad adecuada. Lo único que no podía cambiar era lo que había sucedido antes de nacer. Mi fecha y lugar de nacimiento y mis padres eran los mismos en todas las realidades a las que podía viajar. Muy pronto me di cuenta de que las demás personas no podían viajar como yo. Aunque podía volver a verlas si las perdía. Una vez murió un amigo mío, atropellado por un coche. Pero lo busqué y lo encontré en otra realidad en la que el coche había frenado a tiempo y el coche nunca lo atropelló. Ese era mi amigo, sí, pero el de aquella realidad. Idéntico en todo al de la anterior pero éste no estaba muerto.

Al principio utilicé mi habilidad de forma egoísta, para mi propio beneficio, así que pronto me quedé sola, obnubilada por las cosas materiales que podía conseguir. Llegué a un punto en el que no tenía amigos verdaderos en ninguna realidad de las que visitaba. Entonces decidí volver a tener una vida sencilla. Además, cuando viajo a otra realidad obtengo todos los recuerdos de la vida que haya podido tener en la misma, con lo cual me adapto perfectamente a las circunstancias que encuentre.

Con el tiempo fui aislándome del resto de la sociedad. En parte porque yo era la única con este poder, y en parte porque no lo podía compartir con nadie. Eso me producía una sensación de lejanía respecto a los demás. Entonces empecé a viajar por las realidades por placer. Visité realidades en las que el nudismo se había puesto de moda, en las que las elecciones eran ganadas por el otro partido, en las que nunca había comenzado la Segunda Guerra Fría. Si necesitaba dinero simplemente tenía que buscar una realidad en la que había ganado la lotería.

A Ramón Latino lo vi por primera vez cuando se quitó la vida al tirarse por un barranco. Yo pensé que murió sin más. Pero lo volví a encontrar una segunda vez, en Hong Kong. Lo reconocí al instante, pero lo que más me extrañó fue que él me reconoció a mí. Me dijo que ya me había visto antes, el día de su última muerte. ¡Esta persona se acordaba de lo que había vivido en otra realidad! Enseguida comprendí que mientras que yo podía viajar a voluntad entre las realidades, o universos como él las llamaba, él viajaba sólo cuando moría en una de ellas, y no podía controlar en qué otra realidad acabaría. Además, según contaba, parecía que cada vez había viajado a una realidad más alejada de la de partida.

A partir de ese momento nos hicimos amigos inseparables. Éramos las únicas personas que podían comprender la situación del otro. Con el paso de los años Ramón murió algunas veces, siempre debido a accidentes, o una vez que contrajo el cólera. Yo siempre lo encontraba en alguna otra realidad y él siempre me recordaba. Sin embargo, él era bastante mayor que yo, y cayendo el invierno de 2102 su edad no le permitía ya muchas aventuras. Una mañana desperté y ya no respiraba. Busqué una realidad en la que estuviera vivo, pero algo no marchaba bien, por mucho que profundizaba en las realidades, no lo sentía vivo en ninguna de ellas. Siempre encontraba la realidad que quería en cuestión de segundos, pero estaba a punto de anochecer y todavía no lo había encontrado. A la mañana siguiente me di por vencida. Ramón había dejado de existir, no se encontraba en ninguna realidad. Lo único que se me ocurrió es que había muerto de viejo.

(Esta es una versión revisada del relato originalmente publicado en mi anterior y extinto blog "Las Historias de Larsis von Laris")

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